Dinastía guitarrera de leyenda que se remonta hasta 1854, con Josef Hauser, precursor de una historia y un legado que ha dado algunos de los momentos más brillantes de la historia contemporánea de la guitarra.
Una saga que todavía mantiene un prestigio universal y cuyo trabajo sigue despertando la admiración de los mejores guitarristas y el respeto de los más grandes artesanos.
Esta historia alcanza uno de sus puntos álgidos y de mayor esplendor con Hermann Hauser I (1882-1952), cuando Andrés Segovia decide cambiar su Ramirez de 1912, que le acompañó desde sus inicios, por la guitarra de Hauser en 1937, guitarra que le acompañó ya la mayor parte de su carrera hasta 1970 y que actualmente aun se conserva hoy en día y puede verse en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York.
Hermann Hauser I, hijo de Josef Hauser, ocupó una posición de liderazgo entre los luthiers de todo el mundo. Aprendió el arte de la construcción de instrumentos en el taller de su padre hasta que se hizo cargo del taller. Hermann Hauser I construyó una variedad de diferentes guitarras, especialmente los modelos de Viena y los modelos de Múnich en todo tipo de formas, pero todos con una perfección absoluta. Sobre la base de su especial virtuosismo Hermann Hauser desarrolló, técnicas e innovaciones patentadas relativas a la construcción de las tapas y uniones del cuerpo con el mástil. Los grandes maestros españoles Miguel Llobet y Andrés Segovia descubrieron el arte Hermann Hauser I a principios del siglo 20 y fueron seducidos por sus encantos.
Su hijo Hermann Hauser II (1911-1988), comenzó a trabajar en el taller de su padre en 1930, y después de más de 20 años trabajando con su padre se hizo cargo del taller en octubre de 1952.
Como hiciera su padre, Hermann Hauser II continuó trabajando con la misma minuciosidad, perfección y dedicación de su padre. Incorporó avances técnicos en la construcción y además siguió cultivando una estrecha relación y colaboración con guitarristas del máximo nivel, entre otros Andrés Segovia, Julian Bream y Django Reinhart, lo cual contribuyó a un perfeccionamiento aún mayor de sus instrumentos.
Entre sus más famosas guitarras destaca la que construyó en 1957 para Julian Bream y que el guitarrista tocó durante años y con la que grabó su célebre álbum "The art of Julian Bream".
Hermann Hauser III (1958) se incorporó al taller de su padre a muy temprana edad, y desde 1974 empezó a construir sus propias guitarras de forma independiente a las de su padre, con su propio nombre y firma, pero manteniendo la misma filosofía, "Construir sólo unas pocas guitarras de forma que pueda responder por cada instrumento, procurando el máximo nivel y la máxima satisfacción de los guitarristas".
Para conseguirlo Hermann Hauser III ha dedicado mucho tiempo al estudio de los instrumentos antiguos y a las técnicas de construcción, buscando siempre conseguir mejorar, un instrumento ya considerado por muchos como la guitarra perfecta. Pero el secreto del sonido de una guitarra Hauser se encuentra no sólo en el trabajo técnico, sino en la selección de maderas especiales, muchas entre 50 y 100 años antigüedad, pero sobre todo a la dedicación, el tiempo y el amor por la profesión.
Andrés Segovia decía que las guitarras de Hermann Hauser III tenían un sonido indescriptiblemente hermoso, y Pepe Romero llamaba a su Hauser "la guitarra clásica con el sonido más puro".
Hoy en día Kathrin Hauser, hija de Hermann Hauser III, lleva ya tiempo trabajado en el taller de su padre, y desde hace varios años firma sus propias guitarras.
Su gran talento, amor, conocimiento y sensibilidad ha dado como resultado guitarras prodigiosas. Hay quien dice que tiene un don, y este don se manifiesta en guitarras de exquisita finura, de indescriptible belleza, con un sonido tan puro que penetra hasta el alma.